20.11.10

Desastres mentales.

Desastre. Es la única palabra que se me ocurre que defina lo que trato de explicar, eso que tantas veces he pensado y jamás me decidí a hacer. Tiempo pensando qué decir, y cómo hacerlo, mientras en mi libreta crecían las notas recordando que aún, a veces, sí es posible decir algo tan bonito como caótico, tan dramático como alentador.
Amontono frases incoherentes que ya superan toda la capacidad que pude tener en otro tiempo para unirlas. Ya no bailan las palabras, no encuentro la música que las hacía moverse suave, despacio, y con sublime gracia ante mis ojos. Danzas que rara vez podría plasmar en un papel, pero que al menos yo veía.
Ahora, suena una y otra vez esa canción acariciada al piano que tantas veces me hizo llorar sin que supiese siquiera que podía intentar decir.

Hoy, me decido a escribir, o al menos intentarlo. Me atrevo a infectar con mis palabras este espacio, tu mente, la mía, con frases de alguien a quien arrancaron el corazón sin arrancarle la vida. A quien sólo alegra ver ese cometa Halley que tiene por sonrisa quien tan pequeña le hace sentir cuando le rodea en la noche con sus brazos. Contamino el aire que inspiro, exhalándolo en esa mezcla de llanto y fuerza, con intentos de tener suficiente ilusión..Una ilusión que ni quiero para mí.

Siento el abandono, y la acritud de mis palabras. Qué difícil es hablar de algo que no se conoce, que difícil dejar de conocerse. Qué fácil asumirlo, y aceptarlo sin cuestionarse qué ha pasado.

Por aquí han pasado..