5.11.11

Lo que llueve el otoño.


Noviembre huele a castañas en la calle y a humo y melancolía en el salón de mi casa. No se bien por qué este mes arrastra tanta melancolía, se le habrá enganchado a las pestañas.

La luz siempre es tenue, parece que ver menos me deja pensar más. A lo mejor por eso no duermo. Por eso, o porque siempre se me queda el gusanillo de levantarme a escribir un poco. Creo que ahora entiendo las copas de absenta, vivir de noche y dormir cuando el sol despierta. Ojalá no fuese vaga hasta para eso.

El cuaderno se llena de extraños retratos, o intentos borrosos, y empiezo a inventarme la historia de su vida. Tienen suerte de no estar vivos de verdad.
La chica de pelo enmarañado parece pedir algo con la mirada. Esta tarde ha llovido, y no se por qué, me siento identificada.


Es una pena que no haya hojas secas que pisar de camino al acueducto. Ojalá las calles fuesen siempre de ese color marrón-rojizo.


Por aquí han pasado..