16.5.13

Sal con un chico que no lee.


Sal con un chico que no lee.
Las conversaciones serán sencillas, podéis hablar del tiempo, del trabajo o estudios, podéis hablar de ropa o del mundo del motor. Puedes hacer que te interesa el funcionamiento de un cuatro cilindros, o puedes ir con él a ver el fútbol e indignarte con cada fuera de juego que el árbitro de turno decida no pitar. Podéis hablar de música, o salir a bailar, pero no le prestes demasiada atención a la letra, ni busques cosas excesivamente profundas, porque casi seguro no le interesará ver más allá de la rima.
No salgas con un chico que lee porque criticará el poco sentido de las letras que la gente tararea una noche de fiesta cualquiera, se reirá de lo banal. No salgas con un chico que lee si quieres llevar las riendas en cada momento, porque el chico que lee, sabrá encandilarte con cuatro palabras bien dichas, y tardarás un rato en darte cuenta de su gracioso juego de conquista.

Porque..
El chico que lee sabrá cuando callar, porque entiende el sentido de los puntos suspensivos, y seguramente no invertirá tanto tiempo en preguntar repetitivamente ese “que te pasa” que sin duda no queremos responder. Se acordará del argumento, y entenderá los fallos del guión, pues lo ha leído en mil páginas. El chico que lee sabe que incluso en los mejores libros los grandes detalles pueden ser sugeridos con una descripción de la escena, y hará de cada una de tus miradas una descripción que no necesite explicaciones ni pretextos.

Te abrazará antes de pedir argumentos, porque un chico que lee, también lee entre líneas.
El chico que lee ha aprendido de los mejores héroes de la historia, y sabe cuándo y cómo ha de luchar. Sabe que la trama tiene giros y no se pondrá tan nervioso ante un párrafo dramático.
Conoce las palabras que te secan y humedecen los ojos, y te comparará con las musas de sus autores preferidos, se reirá de ti si llegas al punto de locura que alcanzan sus protagonistas, y ya conocerá la solución.

No habrá mejor regalo para él que empezar juntos una historia definitiva, un libro que no tenga final, porque al fin y al cabo, el chico que lee querrá seguir leyendo, y valorará el suspense antes de escribir la última frase del día.
El chico que lee conoce mil mundos, y no parará hasta que los visitéis juntos. Y cada momento absurdo se llenará de magia si señala una a una las cosas que imagina para ti en ese momento, porque podrá transformar una cutre habitación de hostal en la suite más maravillosa de París. Y sólo con palabras creará la mejor vista de la Torre Eiffel, sólo con palabras puede hacer que veas mil estrellas iluminando el cielo sobre los Campos Elíseos, haya o no ventana en vuestra cutre habitación.

Si sales con un chico que lee, ten claro que no pararás de recorrer lugares que posiblemente aún no se hayan inventado, que cada momento será un párrafo perfecto de vuestro libro, que cada gesto habrá sido vagamente maquinado, y cada punto de tensión será resuelto, porque los libros, siempre continúan. Y el chico que lee, lo sabe.

Sal con un chico que no lee, o te condenarás a aprender cada día, y a vivir de modo que cada momento pueda ser descrito en un papel. Sal con un chico que no lee, o te convertirás en musa y protagonista de mil historias que de esta manera, no podrías vivir.


15.5.13

De noche.

De noche empieza todo.
Los sueños, los anhelos, los amaneceres..

Quizá La Pulquería no sea la mejor banda sonora en las noches sin complicidad. Porque no es lo mismo complicidad que compañía.
Y es que soy un metro y medio de altura relleno de secretos, letras, de ideas, de ganas de reventar. Sobre todo de ganas de reventar.

Y soy contradicción. Distante y atenta. Y te querré cuando te llame idiota y te desprecie.Y te haré caso omiso cuando necesite tus brazos. No caeré en juegos tontos ni palabras cariñosas cuando necesite un beso en la frente para conciliar el sueño. Para no sentirme tan yo, sino más contigo.

Seguramente no me dejaré besar, y moriré mientras tanto por abrazarte. Y cerraré los ojos fuerte, porque después de cada abrazo no quiero nada. Sólo otro, y otro, y otro. Hasta que llegue ese beso en la frente que me deje pequeñita y a tu vera.

Y dormiré, pequeñita pero grande, con el corazón por fuera, para que nos diga cuándo, cómo y qué, porque no sé cómo bailan las palabras, se me da mejor callar.


Ahora sólo tengo que dejar de ser contradicción, y dejar que me encuentres, que nos encontremos. Y que seas tú quien me diga que cambie esta mala cara, y no La Pulquería. Te dejo que me lo digas sin guitarra.


Por aquí han pasado..