5.1.15

De los inviernos fríos.

Llegó el invierno y con él, el viento frío, los senderos de escarcha, el descafeinado caliente y las canciones tocadas por un tímido violín.
La vida me sabía a poco, las tardes pasaban a cuentagotas entre esbozo y esbozo, entre deseos y aspiraciones de un pasado lleno de arrepentimiento. Empezaban a helarse las ganas, a latir el pecho a ritmo luctuoso.
Las demás miradas nunca habían revelado tan poco, las sonrisas se me antojaban gestos maniáticos. Caras conocidas, sin embargo, soledad. Una soledad casi premeditada, la autodestrucción creada para mi propio deleite y disfrute.
Ambición. Sueños esperando tras el vaho de los cristales, delirios de grandeza amontonados en folios de papel junto a la cama. Velas consumiéndose, un cigarro que humea. De todo lo que había, poco queda. De lo poco que queda, nada significa.

El invierno llegó, y con él, el viento frío, el descafeinado caliente, y el dolor de una helada que quebró toda esperanza. Llegó el invierno, y no dejó nada.

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