Y deberíamos ahora y siempre agradecer a Alexandra Kollontai que se aprobara el divorcio y el derecho al aborto, los salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños.
Sea lo que sea el invento en el que traten de convertirlo ahora, no seamos tontos, volvamos a los inicios cuando merecen la pena, y demos las gracias a que un buen día, una mujer quiso hacerse valorar, y decir que ser un hombre no supone un derecho mayor. Que supieran decir que la revolución no tenía pene.
A esas mujeres, muchas anónimas, que fueron asesinadas, y quemadas vivas para darnos lo que tenemos hoy. Que podamos estudiar, gobernar, decidir, simplemente: pensar. Gracias por inventar ese feminismo, tan diferente del que conocemos hoy.