El día está acabando, tal y como está acabando el 2009.
Sin poder evitarlo, empiezo a pensar en la última Nochevieja, ¿Cuántas cosas han pasado desde entonces? ¿Cuanto ha cambiado mi vida?
La noche de cotillón dejó paso a un día de pensamientos nublados, de dolor de cabeza y una sed constante. Pensándolo bien tal vez no sea la mejor forma de empezar un nuevo año..
No había hecho más que empezar 2º de Bachillerato, el fin de mi vida allí. Un año que ni empezó ni siguió de la mejor manera en cuestiones de salud. Un año de nuevos amigos y corazones rotos. Quién sabe si algún día empezaré y acabaré el año con el corazón más rojo y latente que nunca por una misma persona. Tal vez esta vez..
Despedir a personas que durante toda mi vida habían estado ahí, con los brazos abiertos para ofrecerme lo que fuera, ver apagarse como una vela los latidos de sus corazones incansables..
Y de repente, como si un millón de años hubiesen pasado, montaba en un autobús con 3 maletas repletas. Destino: Madrid. El sueño de mi vida se cumplía de la noche a la mañana, con el único transcurso de un viaje de 2 horas.
Y allí lloré, escuchando mi canción favorita salir del acordeón de aquel tipo del metro.
La universidad, ese sueño adolescente que promete libertad e independencia. Y aquel miedo horrible que le tenía a relacionarme con la gente transformado en grandes casualidades e increíbles personas que en menos de dos meses se convierten en verdaderos amigos.
Un verdadero sueño, una entrada por la puerta grande a la vida que realmente quería vivir. Esa sonrisa de idiota, y el corazón encogido, ahora, echándole de menos. Mientras, dibujo un 2009 en el vaho del cristal. Tan sólo en una hora, habré vuelto a casa por Navidad. Y antes de dame cuenta, el vaho habrá desaparecido, y con él, el 2009 que dibujé con mi dedo índice.
Feliz 2010 a todos.
Paula Castilla.