6.4.14

Dejar de volar sin alas.

La primera vez que salté por la ventana ni siquiera me había puesto la ropa de calle.
Simplemente llegó, entró en mi casa, subió de golpe la persiana y abrió la ventana de par en par. Me ayudó a incorporarme en el sofá y me llevó de la mano hasta que me encontré caminando más allá del alféizar. 
La caída fue terrible.
Cuando me desperté no era consciente de lo que había ocurrido. Ni siquiera parecía real. 
Él no estaba allí. De hecho, dejamos de vernos durante un tiempo.
Pasados unos meses decidió volver. Entro en casa y volvió a abrir mis ventanas de repente. Le pregunté. Me miró triste y su silencio fue la respuesta a mi pregunta. 

''Nunca más. Nunca más. Si vas a hacer que salte por la ventana tienes que decirme si volveremos a subir a casa juntos. Tengo que saber si también vas a darme la mano para subir. ¿Acaso querrás subir conmigo? No puedes entrar y salir cuando te apetezca. No puedes venir aquí, pedirme que saltemos e irte sin más. 
No pidas que confíe en ti. Si de verdad quieres que vayamos a volar juntos, primero aprende a dar de verdad tu mano. Porque si volvieras a soltarme cuando estemos en lo más alto, ni siquiera me molestaré en buscar nuestros pedazos por tierra cuando caigamos.
Ah, y la próxima vez que salte por esa ventana, no me volverás a pillar en pijama.
Eso, si te atreves a volver a saltar conmigo..''

Por aquí han pasado..