Que brillan las calles de forma especial, como piedra pulida bajo la lluvia. Pero no llueve, y el sol brilla aun tras los nubarrones.
Una mano fantasma que tira de mi, no sólo hacia delante, también hacia arriba. Y es que desde aquí te veo mejor los ojos, a ti, que te transformas en felicidad para mirarme, que me transformas en ganas de reír para quererte.
Que no dejan de volar las oportunidades, y de entre ellas, yo ya se cuál es la mía, la que necesito probar. Tal vez llegó la hora de llenarse de valor para abrazarte, para quedarme.
Pero si algo he aprendido, es a esperar. Esperar a que las hojas del otoño caigan, a sentirme como en casa con ellas bajo mis pies, a sentirte como en casa sobre mi piel.
Las vidas se enredan, y cuando se enredan, estoy bien.
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