Este salón se convierte en una isla desierta. Nada existe de puertas para fuera. Este sofá se ha convertido en mi cabaña del árbol. La realidad que supone el suelo parece distante. La realidad se disipa, se deshace como se acaba deshaciendo una nube de humo denso.
El pecho se encoje con el miedo de quien ha superado su soledad y con nadie puede compartir su alma. El miedo, observa desde el quicio de la puerta los nervios anudándose bajo la piel.
Y apareces de repente bajo la manta. ¿Y cómo no te voy a querer tocar? Y te escabulles si cierro los ojos de nuevo.
Me abrazo a la almohada; pero sigo reconociendo tu olor, me sigues llenando de ganas.
Pero la realidad, se disipa. La locura se sienta a tu lado y te dice, en un susurro y con sonrisas, que era ella quien estaba a tu lado, y que los sueños hieren tanto como la realidad que te oprime cuando no estas soñando.
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