Duele porque no te tengo cuándo ni donde quiero. Porque a veces no quiero abrazarte, pero lo necesito. Necesito verte, sonreírte, tocarte. Necesito que me mires y me sonrías, que me toques. Ya lo sabes: abrázame y no me digas nada. Sólo abrázame. Y he de conformarme con mirar tu foto, una de tantas. Y busco aquella en la que peor sales, a ver si así se me quitan las ganas, pero ¿sabes? No funciona. Prefiero meterme en la foto y aparecer a tu lado, con mala cara, con la peor. Y eso que odio mis malas fotos, mis malas caras.
Pero nadie sabe aún por qué duele. A lo mejor prefiero acostarme, tirarme en la cama a olvidarte un rato. Y al cerrar los ojos estás tan cerca…Siento tu aliento, tu sonrisa, tus besos en mi frente. Te siento a mi lado. Tu cuerpo abrazado al mío. Tus latidos y los míos como si fuesen uno solo. Parece que tocan nuestra canción. Y eso me duele más que nada en el mundo.
Abro los ojos y…creo que incluso podría odiar a mi peluche. Es mi peluche favorito, pero llega a darme asco cuando no estás tú, cuando no eres tú. Cuando podrías serlo o…cuando desease que lo fueras.
¿Y vengo a desahogarme con palabras? Si al menos lo hiciese…
En cambio me duele intentar escribir, porque solo aparece tu nombre en las hojas. A veces pienso que escribo el mío, y hasta me lo creo. Eso sí que duele.
No sé si gracias a ti pasa más rápido el día, cuando despierto pensando en la noche. Pero también me hace daño. Al fin y al cabo es tiempo, y no tiempo contigo.
¿Entiendes por qué me duele? Yo a veces pienso que no, y pienso también en ti.
Dicen que debo dejar de pensar sólo en lo que quiero.
Y hoy debería estar hablando de mi cumpleaños.
Felices
(Aplausos).
Gracias, gracias.
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